Es la fábrica para el padre,
y la cocina para la madre.
Es discusiones en la mesa de la cena,
niños desaparecidos en las noticias
Y a través de todo esto, el sentido de que las cosas
se están desmoronando, lentamente.
¿Es mejor elegir otro registro,
voltear la tapa de las píldoras,
y esperar que algo pase?
¿Es mejor apagar las luces
subir bajo las cubiertas
hasta que el sueño te invita a un mundo que siempre has querido?
¿Es mejor que el que está ante nosotros?"
Con este inusualmente sentido monólogo interior comienza England Is Mine, el biopic no autorizado que retrata los seis años que Steven Patrick Morrisey combatió contra el mundo entre 1976, fecha en que comienza tímidamente a explorar sus dotes musicales, y 1982, año en que conoce a un sencillo y lleno de acné Johnny Marr, con quien fundaría The Smiths.
Quienes sólo conocen a Morrisey por su carrera solista o por su historia con The Smiths probablemente no imaginen los mundanos y poco factibles orígenes del personaje irónico, agresivo, melancólico y autoflagelante que años más tarde fue sistemáticamente proyectada por la persona que le sirvió de base. The Smiths es, ya de por sí, una banda dificil de clasificar: son rock alternativo de la primera época, pero con un coqueteo con el jangle rock y las melodías pop que nunca se disimuló. También aparece en las listas de New Wave y hasta de Post-Punk, especialmente su primer disco, que suena apenas chato y sin vida, casi como un disco de Joy Division, pero producto de una pésima producción de estudio. Llamarlos 'indie' sería un anacronismo por casi una década, aunque hay una constante de sencillez y pies-en-la-tierra en sus cuatro discos de estudio publicados entre 1983 y 1987. Y sin embargo, hay algo de cada uno de esos géneros en las guitarras limpias de Marr, en los bajos increiblemente inspirados pero sencillos de Rourke, y en la melodía a veces descerrajada, a veces chillona, de Morrisey.
Después de haber leído la autobiografía del tipo, queda claro que la película es fiel tanto a la personalidad del peculiar inglés como a esas matrices que nombro. Tres me parecen centrales.
En primer lugar, y algo quizá obvio, England Is Mine es una narración de cómo la bipolaridad de Morrisey, que en 1976 y con tan sólo 17 años oscilaba entre la timidez y la introversión y la agresión y el narcicismo desmedidos, se va abriendo camino por el mundo, a los golpes. Y esto en un sentido casi literal: alejando a ciertas personas y atrayendo otras, omitiendo las críticas y los elogios externos, y arrollando a casi todo ser humano que se le cruzara. Quienes seguimos algo de cerca la vida y los dichos de Steven entendemos que sólo hay dos alternativas: que no nació como es o se muestra, y su imagen es producto de un trabajoso esfuerzo por construir una pantalla específica (en ese caso, aplausos por el tesón), o que Morrisey de hecho nació así, y ha sostenido su escencia durante ya casi seis décadas. England Is Mine parece inaugurar una tercera opción: que Morrisey, nacido Steven Patrick Morrisey, era ya de adolescente un joven autocentrado, egocéntrico pero sensible y apasionado por el drama y la finitud, y que son los atentados de la vida diaria los que van puliendo su carácter. Estos atentados toman la forma de eventualidades que Morrisey decodifica como traiciones (abandonos de su primera banda), como servidumbre voluntaria (fracasos constantes y sufrimiento crónico por empleos mundanos), y como el avance de las fuerzas de la realidad, inexorables: la enfermedad mental, el suicidio, la decadencia y la muerte. Cuando una de las (únicas) amigas de Morrisey le espeta a nuestro cantante que tiene que dejar su actitud pasivo-agresiva y negativista porque el mundo no va a ir por él, este disiente: "[El mundo] podría hacerlo". Y entonces no sabemos si esta hipersensibilidad por lo mundano es un punto de partida o un punto de llegada. En este aspecto, England Is Mine es en parte un 'cuento de origen'.
Este Morrisey es muy similar al autor de esta entrada.
Pero, como queda claro a partir de usar el sentido común y de reparar en las trescientas páginas de la autobiografía que Morrisey dedica a hablar de su infancia (la mitad del libro), nuestro inglés no nace de un repollo, y su ambiente más inmediato parece tener algo que ver en la gesta de su forma peculiar de ver el mundo. Morrisey es hijo de irlandeses católicos tradicionales emigrados a Inglaterra, con una familia numerosísima y arborizada, también marcada por la mediocridad, la tragedia, la muerte (para Steven vienen a ser sinónimos). Si bien la película no desarrolla este aspecto, limitándose a enfatizar el 'hogar roto' del Morrisey adolescente, sí explicita ciertos elementos que nos alumbran el camino de la gesta del héroe: sus padres separándose, una hermana mayor que es un conflicto constante, la dulce pero mortífera somnoliencia de la vida cotidiana del Manchester de clase media de los '70, y -esto es clave- una temprana estimulación por la exploración del mundo del arte, en la forma de música y de literatura. Los productos de esta estimulación temprana son claros y han sido una constante en la vida de Morrisey: una marcada sensibilidad por la música pop y el R&B de los años '50 y '60, una glorificación de los ídolos musicales, y una atracción intensa por el glamour que destilan esos personajes.
Steven Patrick y Linder Sterling. Una amistad de película.
Morrisey nunca ocultó su pasión por el pop y el R&B de aquellas décadas, al punto que era casi la mitad de su discografía hacia 1976. Y de hecho, la gota que rebalsó el vaso once años después en The Smiths y provocó que Marr dejara la banda era que Morrisey insistía en dirigir a la banda hacia esos géneros, incluso instando a grabar covers de canciones clásicas (el gusto ecléctico de Marr, que con todo estaba claramente basado en el rock, no lo soportó). Pero los orígenes pop del 'pequeño Morrisey' no permanecieron sin contaminarse durante mucho tiempo, dado que Steven vivía en un país que, en términos musicales, explotó en varias direcciones diferentes en los años 70. Y este es el tercer aspecto o 'matriz' que considero England Is Mine describe de forma exacta, casi a la perfección, retratando una década que inicia con la separación de los Beatles -algo así como el canto del cisne de una banda que marcó una época y quizá la historia- y que asiste a cosas tan radicalmente disímiles como la consolidación del hard rock y del heavy metal, el ascenso y caída del rock progresivo, y, por supuesto, el nacimiento del punk, cuya muerte temprana daría lugar a géneros como el new wave, el no-wave y el post-punk.
Morrisey (Jack Lowden) en su primera banda, The Nosebleeds
En efecto, Morrisey comparte país y década, e incluso región, con ilustres personajes y bandas, todas en un proceso meteórico de desarrollo. Por poner sólo algunos ejemplos: es hacia 1976 que Ian Curtis entra en contacto con Peter Hook y Bernard Sumner en un recital de punk (Sex Pistols o The Buzzcocks, no recuerdo) y funda Joy Division, que muere cuando Curtis se cuelga en su cocina a mediados de 1980. También es entre 1976 y 1977 que funciona la seminal y controvertida Sex Pistols: una banda que en poco más de 14 meses provocó más disturbios que canciones pero que en cada recital que efectivamente tocaron, permitieron que personas con gustos similares entraran en contacto, formaran bandas y continuaran su camino. The Clash, otra banda inglesa de punk y que aparece mencionada en la película (Morrisey destruye a Strummer y su lírica) estaba hacia 1977 en plena fase "canciones rápidas y de 2 minutos máximo", dos años antes de romper todo con el inclasificable "London Calling". Todo esto tan sólo 3 años después de que The Velvet Underground se hubiera separado. Pero los punks, a su vez, no habían nacido de un repollo: habían aparecido como respuesta a la pretenciosidad ilustre y a menudo excluyente de los otros rockeros viejos (el rock progresivo) y como intento de "volver a lo básico" contra la teatralidad y la superficialidad del glam rock. Dado que la historia se desenvuelve inexorable y el mismo hoy ya es pretérito, no habían pasado muchas semanas desde la defunción de Sex Pistols (la banda 'ícono' y cara visible del punk) para que el propio cantante de la banda, John Lydon, formara la que es ampliamente reconocida como la primera banda post-punk (a pesar de que el punk seguía vivo, en Inglaterra y en Estados Unidos): Public Image Limited, que mezclaba reggae con avant-garde y drone y que ya contaban con un album hacia 1978. Es hacia este año que podemos ubicar el inicio de la proliferación de grupos musicales que combinan guitarras limpias (sin efectos) con teclados o marimbas (Talking Heads), o distorsión con sintetizadores (The Cure, Magazine), todo esto mientras el punk sigue proliferando (Siouxie and The Banshees, Wire, etc.) y mientras personajes eternos de la música que ya habían hecho contribuciones seminales a la escena, como David Bowie e Iggy Pop, continuaban produciendo sendos éxitos.
Esta es parte de la compleja e inverosímil panorámica de la música inglesa (o "internacional") hacia 1976-1977. Morrisey bebe de todas estas fuentes, y aunque ciertamente no fue único en hacerlo, sí fue único al momento de sintetizar algo propio a partir de estas influencias (que dicho sea de paso, fue un 'algo propio' muy peculiar, puesto que The Smiths es dificilmente comparable con Roxy Music, Sex Pistols, Talking Heads o Patti Smith). Todo esto es patente en England Is Mine. Al momento de citar influencias para convocar a interesados en formar una banda, el joven Steven nombra a Patti Smith, Roxy Music y a Lou Reed. Cuadros de Bowie decoran su cuarto, y el casette de Roxy Music (que hasta 1974 había contado con la presencia de Brian Eno) es omnipresente. También hace una aparición breve Mott The Hoople, la banda que se haría célebre por "All The Young Dudes", escrita especialmente por David Bowie. La primera banda que Steven integra y con la cual se presenta en público, la banda que le hace sentir que tiene realmente un lugar en el mundo, tiene la lírica peculiar de nuestro personaje y cierta teatralidad que recuerda a Roxy Music, pero también tiene la agresión y velocidad de una banda punk. El joven Steven también asiste a un recital de Patti Smith con Linder Sterling, una chica que parece una groupie de Siouxie & The Banshees y que de hecho fue de los afectos más íntimos de nuestro cantante, con quien Morrisey intercambia de forma relajada retazos de literatura inglesa, estados de ánimo y agresiones vacías. Es el mismo Morrisey que disfruta en 1982 estando en una discoteca, pero completamente aislado, con su walkman portatil, oyendo pop del estilo de The Marvelettes.
En esta cacofonía de voces navega Steven Patrick, que, como nos ha sucedido a todos alguna vez, se debate entre ser un engranaje del sistema y seguir su pasión, agravada la situación por el hecho de que en términos concretos, hasta 1982 dicha pasión no daría demasiados frutos. El monólogo que abre la película, y que reitero me parece impactante, tiene un sentido específico al comienzo del film, y otro completamente distinto hacia el final de la historia, cuando Morrisey, cansado de las agresiones impiadosas de un mundo que él cree está en su contra, y agotado de navegar a través de personas insípidas y empleos redundantes, comienza a atiborrarse de clonazepam para combatir la depresión que se le instala cuando su primera banda se separa por la partida del guitarrista. Parafraseando a este complejo muchacho inglés, está a la deriva en todo orden vital. La situación emocional del espectador empeora porque Jack Lowden, el actor, con sus ojos azules, su tono y su desdén, es realmente muy similar a Morrisey, representándolo de forma convincente. Y a medida que el personaje va adaptando el estilo y la estética por las cuales se haría conocido a partir de 1983, su angustia y su malestar se vuelven aún más creibles.
No hay una relación directa entre la escena musical caótica de Inglaterra de fines de los '70 y el tedio mental de Morrisey, claro. Pero sí hay un vínculo entre la efervescencia provocada por esa escena, los sueños de éxito y realización que disparó, y la desesperación del cantante por hacerse un lugar en el mundo a través del arte, sin traicionarse ni volverse una réplica de los demás. Cuando finalmente Morrisey se desploma, es su madre quien acude, dándole esos consejos que siempre deseamos que nos dieran a nosotros, y en una de las escenas más conmovedoras de la película. En tal sentido, England Is Mine también descolla en mostrar cómo la implicación emocional de Morrisey tiene en su raíz un tipo de angustia que es casi universal, y que reposa en el rechazo (mutuo y ajeno) y en el sentimiento de inadecuación (o de no pertenecer). El film retrata de forma clara el solapamiento del laberinto musical de Morrisey con su laberinto personal, del cual no estamos muy seguros de que haya salido alguna vez.
Dos puntos adicionales son dignos de considerarse: primero, la película abunda en referencias a canciones de The Smiths, pero de una forma muy original, velada y poco cliché (es el propio Morrisey tirado en el piso que hacia el inicio de la película dice que la vida es demasiado corta para clichés, y el director Mark Gill parece haberle hecho honor a la afirmación). En efecto, más que referencias explícitas, la película muestra a través de imágenes o tomas concretas de escenarios, rincones o pasadizos que los personajes, las vivencias, las emociones y las diatribas de las composiciones de Morrisey se afincan fuertemente en su vida y en sus experiencias de Manchester: las canciones que escribiría y publicaría con The Smiths años más tarde descansarían sobre los ríos inclementes y las piedras que llaman a los angustiados a que se arrojen (Shakespeare's Sister), sobre reuniones en cementerios para festejar la vida y llorar la muerte (Cemetery Gates), sobre las peticiones de la carne de las chicas zonzas que Morrisey desoye por considerar poco atractivas y poco iluminadas (Pretty Girls Make Graves), sobre lo chato de perseguir un futuro laboral por sobre las aspiraciones artísticas (Frankly Mr. Shankly), sobre el expulsar a los afectos y amores de nuestra vida sabiendo que es lo que menos deseamos hacer pero que es preferible a la alternativa de retenerlos y preocuparlos (Asleep). La antepenúltima escena de la película es de hecho un montaje compuesto por los diversos escenarios por los que Morrisey ha pasado a lo largo del film: ahora las callejuelas, los pasadizos, los escenarios y las vías de tren se encuentran vacíos, y se ven de forma panorámica. Una metáfora doble, creo, para indicar cómo los lugares sin personas son lugares vacíos y desolados y no mucho más (esa imagen decadente y lúgubre que Morrisey siempre comunicó con desazón en sus letras), pero a la vez para señalar precisamente cómo esos lugares vacíos nos definen y nos forman.
Segundo, es óptimo que la película finalice con el encuentro que sería la chispa de The Smiths: un tímido pero rockero Johnny Marr que contacta a un Morrisey en ciernes (ya casi no queda nada de Steven Patrick). Ir más allá de este momento sería, creo, arruinar la 'historia de origen'. Es interesante ver cómo en este momento la película juega con un tópico que no es abordado en el filme: la sexualidad ambigua de Morrisey. Nuestro cantante inspecciona de forma cuidadosa a Marr mientras este revisa la habitación, los libros y los discos de aquel, y la inspección parece ser tanto física (sexual) como abstracta, de un tipo más general. Morrisey, que con sus lentes y pelo en 'jopo' ya casi ha reemplazado su introversión y timidez originarias con un estilo imponente y soberbio, parece estar juzgando el calibre del muchacho que tiene delante, con un subtono ligeramente erótico. Después de tantos desengaños (afectivos y artísticos), es comprensible su precaución al momento de invitar a un desconocido a otra empresa que, de fracasar, puede costarle muy caro.
A Star is Born. Para vos, Lady Gaga.
Pero, como algunas cosas sí resultan en este mundo, ambos fijan un horario para encontrarse y ensayar al día siguiente. Por un lado, Marr lee las letras de Steven Patrick y compone algunas melodías que, ahora sí, ya presagian ese sonido limpio, peculiar y abundante de The Smiths. Steven Patrick, por otro lado, aguarda. Y al día siguiente, en el horario acordado, alguien acude a la puerta del guitarrista. Un vidrio opaco nos impide ver a través de forma clara, mostrándonos sólo la silueta distorsionada del hombre al otro lado. Pero la silueta, la postura y la propia historia bastan para dejarnos en claro que no es Steven Patrick Morrisey quien está llamando a la puerta, sino Morrisey. A secas.
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