Tan Bionica
Coincido con Christgau. Vampire Weekend puede ser la 'banda más blanca' de la última década, y quizá pueden haber abusado de las referencias a la literatura y a la vida universitaria, pero si tenemos dos dedos de frente no podemos dejar que eso nos detenga de valorar plenamente su música. De hecho, sería idiota pedirle a una banda de cuatro universitarios que estudian inglés en la Universidad de Columbia que no escriban sobre redacción e idioma (Oxford Comma), sobre las sensibilidades de la vida en la ciudad (White Sky, A-Punk), sobre el repentino paso a la madurez (Is your bed made? Is your sweater on? / Do you want to fuck like you know I do? en Cape Cod Kwassa Kwassa) y sobre la vida en el campus universitario, con profesores que enseñan romances y siestas en el pasto por el cansancio de haber tenido sexo la noche anterior en lugar de haber estudiado (Campus). ¡Y es que el equipo que conformaban el cantante, letrista y guitarrista Ezra Koenig, bachiller en idiomas, y Rostam Batmanglij, multiinstrumentalista, letrista y bachiller en música había nacido de ese mismo contexto! Literatura, fiestas, universidad, familias acomodadas y la posibilidad de ahondar en la sensibilidad estética inaccesible para aquellos que están demasiado ocupados tratando de no morirse de hambre en Nueva York.
Quizá es mi propia sensibilidad blanquísima, de ser estudiante y profesor universitario a la vez, que me hace valorar que una banda que mezcle los dolores de cabeza de la vida académica y los romances de campus con música tan variada, ligera y a la vez compleja. Pero aún tomando distancia (y niñes, créanme que de la Universidad de Columbia a la Universidad Nacional de Mar del Plata hay distancia), la alegría movediza y popera (pero nunca mainstream) de Vampire Weekend se cuela... aún cuando nos cantan sobre perder los dientes por comer mal por ser guerrillero durante el sandinismo (Holiday), sobre quemarnos en el infierno por no ser creyentes (Unbelievers), o sobre quemar todo y morirnos rápido (Diane Young). No es que la banda reniegue de forma maníaca de las emociones más oscuras: el escenario post-apocalíptico (¿o contemporáneo?) descrito sobre el fondo de la melodía lúgubre en Hudson, la nostalgia de crecer y perder lo más preciado, sea esto la música, la juventud o el amor (Step), y la ruptura por el desengaño y la traición (Hannah Hunt) también atraviesan la música de Koenig y compañía. Pero especialmente en los primeros dos discos (Vampire Weekend, de 2008, y Contra, de 2010), sea en el fondo o en la superficie, hay en la música de la banda una alegría vibrante y una sensibilidad incontrolable, propia de veinteañeros urbanos muy conscientes de la finitud de la vida y muy alertas de la riqueza que tiene la cultura al momento de definir nuestra existencia.
The whittest boys alive
Es por esto que cualquier alma sensible estará esperando con ansias Father of the Bride, el cuarto disco de la banda, que sale en tan sólo unas semanas. Con todo, Father of the Bride llega como una incógnita: es el primer disco de la banda en 6 años (el mayor lapso de tiempo entre sus discos), y el primero luego que Rostam abandonara Vampire Weekend en buenos términos en 2016. A pesar de que Rostam colabora en el disco y grabó algunas partes para el mismo, es inevitable preguntarnos cómo afecta al estilo de Vampire Weekend la salida de quien definía mucha de la versatilidad y la experimentación que caracterizaban al grupo.
Podemos hacernos una idea aproximada de qué esperar si prestamos atención a los tres singles que Vampire Weekend sacó durante el último mes y medio, y que el 4 de Abril se mezclaron en Spotify en una suerte de 'EP' que lleva el título del último single. Empezando por el primero que salió en sentido cronológico, Harmony Hall es un TEMAZO ahre no, bueno, ¡sí!, lo es. Pero, ¿por qué? Porque en términos líricos y musicales captura la esencia de la banda a la vez que muestra cambios que evidencian cierta maduración. En Harmony Hall, una oda que muy probablemente refiere al resurgimiento de grupos extremistas y fascistas en Estados Unidos pero también a la intolerancia en general y secundariamente al amor frustrado, Ezra alude al tribalismo y a la generalización del odio a través de una metáfora que da nombre al tema: la pérdida de la memoria y el olvido de las promesas (¿de los políticos? ¿de los amores?) hace que el odio y el enojo busquen una voz para expresarse. Y dado que las voces sólo quieren cantar (es decir, gritar), lo hacen, y armonizan hasta que no se escucha nada más. Y en esta cámara de eco o de resonancia (en este harmony hall irónico, donde no hay armonía sino gritos), con sus paredes impenetrables y repleto de serpientes, se acumula el odio y el enojo, hasta que eventualmente estalla. El narrador observa todo desde fuera, y se lamenta, usando una frase de Finger Back, una canción del álbum anterior: "I don't wanna live like this, but I don't wanna die".
Pero todo este drama se da sobre una composición musical que hace de contrapeso: por un lado es la melodía es claramente optimista y upbeat, y a la vez precisamente utiliza un riff armónico en guitarra y piano para estructurar la canción. Las trazas de música africana que caracterizaron a Vampire Weekend, los jangle riffs y la percusión meteórica no son claramente audibles: se han transformado y se han asimilado a una percusión y un tempo más estables. Pero el feeling continúa siendo positivo, disparado en dirección del baile y de la dicha. Algo así comunica el propio video de la canción, totalmente recomendado:
El lado-B de Harmony Hall, la sencilla 2021, nos destroza, Ezra-style, con la cuestión melancólica, metiéndonos de lleno en el meollo de la cuestión: "2021 / ¿Estarás pensando en mi?" . Como nos pasa siempre con Vampire Weekend, el interlocutor puede ser un amor frustrado, el narrador preguntándole si lo recordará de acá a 3 años, o también puede ser Donald Trump, el narrador preguntándole si en caso de ganar otra presidencia, recordará a (=tendrá piedad con) los ciudadanos. Sea el presidente o tu ex, la cuestión es la misma: nada resiste incólumne el paso del tiempo ("Copper goes green, steel beams go rust"), aunque algunas cosas lo resisten mejor que otras.
El segundo single es más sencillo (cuak) pero quizá igual de fascinante. Sunflower/Big Blue sí representa más claramente una divergencia para la banda en términos de sus albumes anteriores. Sunflower es una canción que apenas supera los dos minutos, cantada desde la perspectiva alternada de una persona y de un girasol, en dos estrofas sencillas: si en la primera es de mañana, el girasol aguarda afuera y ni siquiera la luz puede sacar al narrador de su casa y de su cama, en la segunda ya es de noche, el girasol 'absorbe el espacio' (una metáfora de la fotosíntesis) y en primera persona reconoce que nada, excepto el tiempo, puede devolverle el día. El narrador en su cama, que se pregunta sobre su almohada si el día es tan importante como para merecer una fecha, y el girasol en el exterior que se resigna a aguardar, tienen algo en común: ambos se limitan a soportar el paso del tiempo, porque no pueden acelerarlo ni ralentizarlo, eventualmente reconociendo que sólo les queda aguardar. Musicalmente, Sunflower, que cuenta con la colaboración de Steve Lacy, continúa con la racha upbeat, estructurada sobre un riff rápido y preciso con pocas trazas de bajo y una percusión en primer plano que marca una actitud de prisa, en línea con la temática de la canción.
¿El videoclip? Dirigido por Jonah Hill y protagonizado por Lacy, Koenig y Jerry Seinfeld, muestra a los tres haciendo compras y merendando en Nueva York. No apto para epilépticos o propénsos al vómito, el video no para de girar en perspectiva y usar aceleraciones y divisiones para modificar el timing de la historia... contrariando lo que en la canción Ezra nos dice que es imposible.
Big Blue, el lado-b, es una canción sencilla con slides acerca del océano o, quizá también, acerca del propio planeta Tierra (ambos pueden considerarse como 'grandes azules'). En una letra también sencilla, Koenig canta sobre cómo encontró calma y protección en los brazos de ese gigante azul cuando lo necesitaba, probablemente recurriendo a la naturaleza cuando el peso de la vida cotidiana y su trajín se volvieron insoportables. Pero, afecto a la ambiguedad y a la neurosis, Koenig termina planteándose un dilema sobre el aprendizaje (y la madurez) y sobre la permanencia y la soledad: "So am I learning my lesson? / Or am I back on my own?"
Por último, This Life tiene 3 días en Spotify y ya casi acumula un millón de reproducciones. Con un riff que en parte toma prestado el de This Charming Man de The Smiths (aunque en un tempo claramente distinto) pero llevándolo a otro nivel de bailemos-con-buzos-estirados-y-mangas-larguísimas-como-Morrisey, Ezra nos empuja otra vez hacia el desamor, y confiesa desde el momento cero que su perspectiva del amor era quizá demasiado idílica: "Baby, I know pain is as natural as the rain / I just thought it didn't rain in California". Con todo, no canta desde el desamor amargo, sino desde una perspectiva algo bukowskiana: si bien idílica y agradable, esa primera idea sobre el amor era una mentira, y ninguna mentira termina dando más rédito que dolor. Así, el desengaño no deja de ser algo positivo: porque da la posibilidad de construir algo real: "Baby, I know love isn't what I thought it was / 'Cause I've never known a love like this before ya". Eso no evita que el desengaño sea doloroso, crudo y terrible: Koenig sigue cantando sobre cómo los sueños se vienen abajo si se extreman a lo negativo o a lo positivo, pero que pensó que el sueño con su pareja iba a durar "a little longer". También, que sabe que el enojo y el odio siempre están "a las puertas", pero que pensó que habían cerrado la puerta al irse a la mañana.
Al precisar el problema entre ambos, Koenig canta de forma algo ambigua en el estribillo: "You've been cheating on, cheating on me / I've been cheating on, cheating on you". El engaño entre ambos, y que además ya es crónico, puede ser real (cheat en el sentido material y concreto de ser infiel) o puede ser simbólico (mentiras, secretos). Pero volviéndose hacia sí mismo, Koenig reconoce que lo suyo es más grave, y quizá la causa: "You've been cheating on me / But I've been cheating through this life and all its suffering / Oh Christ, am I good for nothing?". En otras palabras, sea que el engaño haya sido real o simbólico, el narrador concede que él viene 'engañando' durante toda su vida, o más precisamente, engañando a su vida. El sentido de esto se precisa cuando Koenig reconoce que sabe que la muerte no ha llegado aún precisamente porque no recordaba vivir la vida (o estar vivo) antes de estar con su pareja, y luego, que la enfermedad que sufren ambos es la misma de los árboles, que "no están conscientes de que han estado viviendo en un bosque". La idea es sencilla: el narrador siente ahora que no ha estado vivo antes porque ha dado por sentado lo que tenía -con la apacible ignorancia de los árboles- y porque no ponderó realmente la posibilidad de la muerte. Ignorar esta posibilidad es su forma de "engañar" a través de la vida, o en el transcurso de la vida: salirse del paso de su propia mortalidad e ignorándola... con consecuencias terribles, dado que un sueño es sólo un sueño, dado que la puerta que contiene al odio tiende a abrirse, y dado que sólo la posibilidad de un final repentino e indeseado hace que realmente valoremos lo que tenemos.
Una idea semejante comunica Unbearably White, el lado-B. A primera vista podría suponerse que el título es una ironía, la banda reconociendo que ellos han sido insoportablemente 'blancos' en sus composiciones. Pero la canción, musicalmente más apaciguada y abierta, retoma el fracaso amoroso. Insoportablemente blanca es la nieve del lugar al que el narrador huye luego de separarse de su pareja y reconocer que el amor no es lo único que se requiere en una relación. E insorportablemente blanca es la hoja del diario que la pareja del narrador escribía en su habitación una tarde ventosa de invierno, mientras él miraba. La nieve y la hoja, cuya blancura es intolerable, son motivs de la frialdad y el vacío, cuando el narrador le dice a su pareja que se aproxima una avalancha pero que no se cubra los ojos (que no desconozca las causas y razones de lo que sigue, probablemente la lucha y la ruptura) porque después de todo eso es lo que ella pensaba que quería.
El epílogo, de la canción y del EP, son precisos: Koenig canta que hay que "darlo por terminado" o "dejarlo por hoy" (call it a day / call it a night, que en inglés también juega con la idea de la luz y la oscuridad, el inicio y el final), y que sintiéndose calloso y indiferente, después de todo él mismo se siente insoportablemente blanco.
La madurez a través de los golpes, el equilibrio logrado después de mucho esfuerzo, el reemplazo de los extremos por algo más centrado, y el dolor apenas soportable, agridulce y nostálgico que acompaña este tránsito, parecen ser temas transversales a las canciones del EP. Si bien el paso del tiempo parece ser una preocupación constante en Koenig desde que Vampire Weekend existe como tal, en estas canciones ya no encontramos a un joven que teme por amores frustrados y desengaños y que por tanto se refugia en las sensibilidades (mundanas o exquisitas) para huirles. Todo indica que en 2019 y con 34 años, Koenig ya ha atravesado esas frustraciones y desengaños, dejando atrás la jovialidad y el pesimismo poco fundamentado propia de los adolescentes. En su lugar, parece estar intentando buscarles un sentido, e incorporarlos en su propia personalidad. Si hace 11 años Koenig nos cantaba sobre dormir en el campus y no cruzarte en la universidad con la chica con la que tuviste sexo la noche anterior, hoy nos reconoce que viene engañándose a sí mismo y a la vida, ignorando su propia finitud. Si hace 6 años Koenig cantaba en Unbelievers que él la amaba a ella pero que ella amaba el mar, o en Hannah Hunt que sin confianza no había futuro ni respuestas, hoy canta que el amor por sí sólo no es suficiente, que no es un sueño sino una realidad, que dista de ser una receta, que tiene altibajos, que no puede acelerarse ni atrasarse, y que es contaminado si se da por sentado, al igual que sucede con la propia existencia.
Es interesante porque a nivel musical o estrictamente sónico, el propio EP muestra diferencias claras con las composiciones que hicieron a Vampire Weekend exitoso en un primer lugar, que dan una idea de 'cambio' y 'madurez'. La experimentación radical, los tempos extraños, la producción que era a la vez excesiva pero desnuda no estan muy presentes aquí. Goodbye Rastam. Pero a juicio de este humilde servidor, esto de ninguna manera afecta el tono, el mensaje, y la llegada de lo que estos muchachos nos dicen a través de sus cultas e informadas canciones. Queda pendiente para otra entrada del blog una comparación entre Father of the Bride (o lo que yo creo que puede llegar a ser el disco completo) y Tranquility Base Hotel & Casino de Arctic Monkeys, uno de los albumes recientes que a mi juicio es otro paradigma que ilustra de forma clara y fascinante lo que hace la maduración y el 'cambio de perspectiva' en una banda con una tradición establecida.
Siempre una banda autoconciente e inteligente (en el sentido de sagaz), Vampire Weekend tendió a incluirse de forma indirecta y elegante a sí misma en sus letras, refiriendo sus logros, sus riesgos, su lugar incómodo en la industria. Y Vampire Weekend siempre ha sido, en parte, Ezra Koenig. Quizá por esto, el tránsito personal propio de Koenig en estos años se refleja tan claramente en las letras y en el cambio de la banda, y viceversa, los cambios de Vampire Weekend han redefinido la sensibilidad y los límites de Koenig como artista y como persona. Yo, por lo pronto, espero Father of the Bride con ganas.